Un dictado memorable

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Voy menos a discotecas que antes. Mi impresión es que allí compartimos menos. Las parejas suelen jugar en parejas y los hombres solteros (a veces demasiado numerosos) suelen verse condenados al papel de observadores o mirones.

El tema propuesto por el Kinky Club el viernes pasado, el del dictado, prometía por el contrario una puesta en común de las ganas de jugar, un compartir necesario dado el escenario. Ésta es una buena razón para reconsiderar mi primera impresión. Yo tenía razón.


4:00 p.m., la puerta se abre para revelar a una joven muy hermosa. No sólo es bonita, de figura fina y esbelta, armoniosa y atractiva, sino que desde el primer vistazo sabes que estás en presencia de una verdadera personalidad. Una persona que muy rápidamente te hace querer amarla, pertenecerle. Con un poco de experiencia aprendí rápidamente que una amante no es sólo una mujer que maneja con destreza el látigo y la fusta sino una mujer que te marca con su mirada, su apariencia, las olas que limpia. Estoy pues frente al Profesor, el del local, el de la clase que será preparada para el dictado.


Hay gente. Al principio, principalmente hombres, luego parejas... Todos permanecen un poco aislados, pero el escenario del día facilitará rápidamente la mezcla. La Maestra se hace cargo de la clase, asistida por dos supervisoras y una asistente bellísima, experta en fuertes azotes, la Maestra Kassandra. Aquí estamos desnudos delante de todos, listos para el dictado. El ambiente escolar se apodera de nosotros y la calidad de nuestros dictados se verá afectada. Tantas excusas para que cada estudiante reciba una palmada. Sin duda habría sido uno de los más indisciplinados, lo que me valdría una serie de correcciones, azotes, charcos y bastones administrados por la señora Kassandra con la severidad que la caracteriza.  


Había venido sola, pero ahora estoy más involucrada con mis compañeros. Aprovechamos para charlar, intercambiar experiencias y recuerdos, mientras disfrutamos del espectáculo que ofrecen parejas muy juguetonas, y algunas sumisas decididamente muy guapas.


Pero después de unas horas muy agradables no puedo marcharme. Estoy bajo el hechizo de la señora de la casa y como ella me había prometido unos cuantos azotes más me envalentono y le pido que me los dé. Me encuentro con el culo desnudo en el banco de azotes. El palo me azota, al principio con cautela, luego cada vez con más fuerza. Entonces descubrí la lengua del dragón. He aquí una amante que domina el arte del castigo. Ella no me conoce y primero quiere medir mis resistencias y mis expectativas. Ahora lo sabe... Puedo temer que la próxima vez será más difícil... Porque, seguro, habrá una próxima vez.