" No ! ". Las dos panteras se volvieron en un solo movimiento, sin consultarse, hacia mí para rechazar con la misma voz brusca mi sugerencia de que las tres dominaran a las mujeres o a los hombres. Todo estaba dicho. Sólo tenía que quedarme callado. Un vínculo nació entre la rubia y la morena, la pálida y la negra, en medio de un almuerzo que había organizado para reunir a estas dos mujeres libres y hermosas, salvajes y sensuales que estaban por encontrarse. No recuerdo el resto de la comida. De lo contrario tuve que decirles que nunca he sido sumisa y nunca lo seré, pero sumisa, desde luego, y también un poco puta.
Quelques temps après, je reçu un message de A. ma chère complice de longues années d'exploration des méand
A. se maquilla mucho para lucir la más bella, increíblemente bella para los hombres que me esperan.
La puerta se abre.
M. y A intentan todo lo posible para despertar en los hombres presentes cualquier deseo de ser chupados por mí o de tomarme. Poniéndome en venta, simulando una felación para lucir mis habilidades. Sin reacción. Los tres estamos desesperados. (Aquí, dos reflexiones. La primera, A. y yo fuimos a un club de travestis hace unos meses. Como una auténtica perra, me lanzaba sobre cada polla que tenía al alcance de mi boca. ¿Será mi voracidad sexual demasiado exhibida? pero sólo había encontrado una –y no la más imponente– que me llamara lo suficiente como para disfrutar trabajando.La segunda: ¿por qué en estos clubs es normal e incluso recomendable ver a dos mujeres tortilleras entre ellas pero, por el contrario, Por otro lado, ¿está estrictamente fuera de lugar que dos hombres se chupen o follen entre ellos?).
Entonces nos reímos a carcajadas. Es un placer –e incluso una perversión– reír en este lugar dedicado, al parecer, a las lágrimas y las quejas. ¿Es esta risa la que libera? Luego hay varios momentos que son como una hermosa subida hacia lo que, en mi opinión, es el significado de SM: rozar los límites. Cuando se trata de provocación de niña, señalo que los pies de la sumisa están sucios. A. y M. evidentemente me piden que los limpie con la lengua y haciendo que mi culo sobresalga.
Un hombre me ata las muñecas a un anillo sujeto al techo. Con los brazos extendidos, me exhibo complacientemente ante las miradas pesadas de los hombres presentes (me encanta lucirme, de ahí este acre placer de tomar taxis como una niña perdida o, como lo hice hace unos años, follar en una iglesia española).
A. me golpea con los puños durante mucho tiempo, una mezcla de dolor y placer. Ella empuja sus dedos en mis partes íntimas sin guantes, literal y figurativamente.
M. que me molesta durante mucho tiempo, inundando mi boca y mi cuerpo. Su sabor almizclado, como el de un perfume de gran marca. M. que se deja acariciar su vientre redondo, sus lindas nalgas (Mi lengua buscó su clítoris, pero, a pesar de su complacencia en ofrecerse, no pude encontrarlo. La descubrí).
A se para detrás de mí para sostener mis brazos.