Tras disfrutar de sus platos, las parejas del Almuerzo Travieso pudieron disfrutar de juegos sensuales y pervertidos en el ambiente tranquilo e íntimo del Club. ¿Qué mejor que una pausa para el almuerzo jugando con la nueva gama de accesorios de madera hechos a mano y otros artículos en forma de cruz antes de volver al trabajo?
A las 3 p. m., llegaron nuestros jugadores, siempre deseosos de aprovechar las comodidades del lugar para sus diversos placeres...
S. aprovechó la llegada de nuestros amigos, el Sr. M. y la Srta. J., para satisfacer sus deseos en el tocador. Atada sugestiva e indecentemente por DirtyVonP, la Srta. S. soportó caricias y golpes, gimiendo lánguidamente bajo las sensaciones que nuestra pareja le transmitía con brillantez. Tardó bastante en recuperarse una vez desatada...
Ryouko, que nunca rehuía una sesión de impacto duro y severo, encontró a DirtyVonP más que feliz de infligirle golpes de una intensidad inusual, con el objetivo de brindarle el máximo placer a través del dolor. Un látigo de doble lengüeta y una gruesa pala de látex fueron los elegidos para satisfacer su ansia de dolor extremo. Una sesión in crescendo, alternando entre el aguijón del látigo y los golpes profundos y sordos de la pala, la llevó al éxtasis. Llevada al límite, regresó, tambaleándose pero realizada, profundamente marcada, al bar donde podía relajarse, inundada de endorfinas, charlando con sus amigas.
La señorita Calamity, siempre dispuesta a los castigos grupales, organizó un juego abajo. Y vaya juego que fue...
S., con pecados que confesar, tuvo la odiosa idea de la señorita Calamity de sentarse a horcajadas sobre el banco de azotes y hacer que los recitara.
S. obedeció con una voz entre burlona y temblorosa, mientras exhibía indecentemente sus nalgas. Con cada verdad, la señorita Calamity y sus amigas deliberaban para determinar el número de golpes que administrar a los tres hombres completamente desnudos y atados a sus costados.
H, que nunca rehuía unos cuantos golpes, no dudó en pedirle a Ryouko algunos favores más con la mirada.
D, desnudo y habitualmente un adorador de los pies de Mademoiselle, recibió la fusta de su mano, mientras la señorita J dominaba a su amigo con el látigo de nueve colas, trabajando en los movimientos de sus muñecas.
Una pareja del norte de Europa aprovechó esta fabulosa escena, sentándose cerca del arnés para disfrutar, tanto literal como figurativamente, de este espectáculo donde la dominación femenina era la norma. Madame recibió en su boca a nuestros talentosos hombres, siempre dispuestos a unirse a los juegos perversos de nuestras parejas, encantada de compartir... Cuando este jugador salió del arnés, fue para asestar vigorosos rodillazos entre las piernas de H, quien jadeó de placer.
O y su Dominante compartieron un largo momento de complicidad durante el cual ella fue acariciada y llevada varias veces al borde del orgasmo... Justo al borde. Tras un largo rato de caricias, ofrecidas a los ojos y manos de unos pocos privilegiados, finalmente suplicó clemencia, pues el borde la había agotado.







