La señorita y S. se hacen cargo de Dan.

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Tocar el timbre de la puerta del Club es siempre un momento de intensa emoción.

Venir solo no sólo tiene desventajas, puede ser una oportunidad para enriquecer tu abanico de encuentros, la paleta de tus fantasías… Una vez cruzado el telón, todo puede pasar.

En la tenue luz del probador, aparece una silueta; ¡milagro! Es un viernes "con".

"Mademoiselle" reina algunas tardes en el Kinky. La elegancia y la excepcional cortesía de la bienvenida hacen que todos se sientan cómodos. Parejas, clientes, nuevos o habituales, todos están invitados a expresar sus expectativas y descubrir su propio camino...

De repente, la elegancia se vuelve cuero, la cordialidad pica, la clase se vuelve perra, las palabras abofetean, la mirada consume… La Divina Mademoiselle elige a sus subordinados; comienza a escribir el lugar de cada uno.

La última vez, me asignaron el rol de "Valet". Esto implica estar disponible, cuando se le solicite, para "ayudar" a Mademoiselle en sus juegos más perversos. El valet también debe proporcionar los diversos "servicios" del Club. Mademoiselle puede, en este contexto, ponerlo a disposición de sus huéspedes Domina.

El primer acto de devoción suele incluir un masaje de pies. Ella desea que sea firme y penetrante. Un momento para aprender a fundirse por completo, para dejarse absorber por el pozo insondable de los deseos compartidos… Aunque rara vez se usa, a veces se puede recurrir a la lengua de la sumisa en este ejercicio para complementar el masaje de dedos.

Mademoiselle, la mente maestra detrás de Kinky, presentaba ese día a una recién llegada, una deslumbrante belleza isleña, imponente y felina, también llamada Stéphanie. Como un alter ego en insolencia y sensualidad...

Le presentaron a Dan, quien, rindiéndole homenaje, ansiaba saber más sobre las fantasías de la hermosa mujer. Rápidamente lo obligaron a arrodillarse e interrogaron sobre sus deseos, prácticas y límites. Tuvo que quitarse la camisa y luego el cinturón… que le servía a la vez de correa, esposas y látigo.

Stephanie es una de esas amantes que no piden a su sumiso que baje la mirada, sino que, por el contrario, exigen que la miren constantemente a los ojos... Puede así medir perfectamente su creciente control, la intensidad de su ascendencia, luego el momento en que todo se tambalea, la cabeza y los sentidos, en el umbral de ver al sumiso virtual convertirse en su "cosita real".

Dan está completamente desnudo, expuesto a la vista de todos en la sala principal del bar. Cada parte de su cuerpo es examinada, evaluada a través de diversas caricias, látigos y varas... No puede permitirse irse con ninguna "marca". Quizás no sea tan malo, ya que eso le lleva a una imaginación cada vez mayor y a una forma de control cada vez más sofisticada que, al final, le dejará cicatrices permanentes en el cerebro...

La divina señorita, que permanecía sentada cerca, no se perdió nada de esta larga secuencia.

Cuando Stephanie se ausenta un rato para reponer sus provisiones, le pide a Dan que se acerque a ella y le presente su cuerpo ardiente, su potente erección y sus pezones erectos. Al regresar Stephanie, las dos Dóminas coinciden en que debería haberse pedido permiso y que tal transgresión merece un castigo justo.

Dan, llevado velozmente por el pelo, es llevado a la mazmorra inferior, expuesto a la ira de las dominatrices presentes, y luego crucificado. Allí, recibe una larga nalgada. Sus nalgas, sus testículos y su pene erecto reciben toda la atención. Pero Stephanie está especialmente interesada en la hipersensibilidad de sus pezones. Ha comprendido claramente que un simple roce basta para provocar gemidos incontrolables en Dan, acompañados de posturas lascivas y movimientos obscenos de cadera... Disfruta jugando con la sensualidad de su sumisa de esta manera. Disfruta provocando estos gritos de placer feminizado en público, que Dan no puede contener. Disfruta usando y abusando de este poder. Como muestra de que ha logrado convertir a su sumisa en "su verdadera putita"...

Dan se recupera de la excitación del día cuando Mademoiselle lo llama de inmediato para complacer uno de sus últimos caprichos: su sumiso debe demostrar su devoción practicándole sexo oral al hombre que ella elija. Dadas las recientes erecciones que Dan ha experimentado, es a él a quien ella quiere incluir en la escena. Dan sabe, con toda claridad, que no es gay, y... la mera idea de estar en la boca de alguien le haría perder la erección. Él lo dice. Pero Mademoiselle lo sabe, y para ella, en un acto supremo de perversidad, es la oportunidad perfecta para exigir una doble devoción, tanto del que da como del que recibe.

Dan está firmemente atado a la rueda, su pene a la altura de la cara de la sumisa de Mademoiselle.

Lasciva y viciosa como solo ella puede ser para conseguir lo que quiere, no le cuesta nada excitarlo de nuevo. Su polla es entonces insertada en una boca que lame y chupa como debe ser. Dan cree que va a flaquear; teme el colapso total del deseo... Pero la mirada imperiosa de Mademoiselle lo arrasa todo. Su perversidad sabe cómo mantener el juego de roles que ha planeado, todo el tiempo que ella decida.

La sesión no ha terminado; los caprichos de Mademoiselle no tienen límites . Tras llevar a Dan al borde del arrebato, decide hacerle perder la erección. Sus palabras y sus correas tienen el efecto contrario... Entonces opta por cegarlo... mantiene su orden... Tras unos minutos, destrozado, con la mente en blanco, el cuerpo destrozado, Dan finalmente obedece.

El Kinky está llegando a su fin.

La Divina Señorita, con mirada burlona y satisfecha, contempla su obra:

Este cuerpo jadeante y sumiso cuya cola y pezones pueden ser estimulados según sea necesario.

Esta alma devota, ahora cautiva, cuya feminidad eréctil sabe revelar.